No cuesta entender que el cine se haya interesado en la historia de un grupo emblemático como Queen, que se ha ganado cada parte de su fama por su enorme talento y capacidad de realizar música como ninguna otra banda lo había hecho, y sobre todo de Freddie Mercury, una de las voces más reconocidas en el rock y la música en general que aún consigue cautivar a millones.
‘Bohemian Rhapsody‘ funciona como una biopic musical que sigue la misma fórmula que cualquier otra película de este tipo, sin intentar ofrecer algo más novedoso: resaltar los logros del protagonista y hacer caso omiso a sus demonios, sin olvidar el concierto de turno para el final. Para quien busque gran dramatismo, detalles y profundidad sobre los momentos más oscuros de la vida de Mercury, pues va a salir muy decepcionado.
El objetivo de la película es mostrar cómo fue que este hombre se convirtió en una leyenda, pasando por varias etapas de su vida desde que escribía canciones por su cuenta hasta que se formó Queen, además del ascenso a la fama para rematar en el mítico concierto Live Aid de 1985. Cualquier cosa que haya llegado después de eso, la cinta se lo ahorra -porque no vaya a ser que le cambien la clasificación y deje de ser apta para todo público- y por allí una que otra mención a su enfermedad, quizás con demasiado tacto, muy ligero, para que brille su talento musical por encima de todo.
El guión de Anthony McCarten y Peter Morgan ofrece muy poco para descubrir y, aunque sí toca temas como la relación del protagonista con su familia, se queda a medio camino teniendo tantas cosas que podría usar a su favor. Esto provoca que los personajes se sientan desaprovechados, pero no me maltinterpreten, los actores hicieron un gran trabajo, y sin embargo terminan meros secundarios que podrían haber encontrado algo de voz propia. La gran excepción es Lucy Boynton, por obvias razones, y Gwilym Lee en menor medida.
La homosexualidad, de haber sido un tema más explorado, habría dotado de potencia a la naturaleza ligera de la película, pero precisamente el pretender que llegue a mayor público hizo que el relato se perdiera la oportunidad de reflexionar sobre temáticas que siguen vigentes hoy en día. Así es como, por ejemplo, se le da mucha más importancia a la mujer que jugó un gran papel en la vida del cantante, pero sus aventuras con hombres y aquel con el que encontró la estabilidad están ausentes. No se esconde este lado, pero se opta por dar a entender.
Rami Malek sale airoso al interpretar a la leyenda Freddie Mercury. Podría haberse quedado corto, pero llega a convertirse literalmente en él, tanto en sus gestos, apariencia y la forma de actuar y lo hace muy bien al punto de fundirse con él en uno solo sin llegar a parecer un imitador. El actor es todo un portento físico en el escenario al igual que cuando le toca transmitir desolación y es que su interpretación en el concierto final no hace más que emocionar a quien lo mire.
Y no digo que no estuvo bien. ‘Bohemian Rhapsody’ es una cinta que se disfruta, tiene unos cuantos momentos emocionantes y la historia de Queen a su favor; además de mucho encanto para los fans de la banda británica. Es entretenida de principio a fin, pero eligió el camino más obvio, el comercial y menos artístico, que solo muestra un simple recorrido. Claro que siendo Mercury un artista de gran calibre, con infinidad de vertientes musicales, emocionales y sociales da para múltiples películas, pero si esta es la gran apuesta para el Óscar, pues se quedó a medio camino.