La trilogía de superhéroes que comenzó hace diecinueve años llega a su fin con el estreno de ‘Glass‘. M. Night Shyamalan escribió y dirigió la esperada conclusión de lo que parecía una película cualquiera protagonizada Bruce Willis, pero que develó personas con extraordinarias habilidades en una cinta que pasó al status de culto.
Se puede decir que Shyamalan siempre ha sido más un ilusionista que otra cosa: un artista, algo pretencioso, con ingenio y uno que otro destello de creatividad que a pesar de sus constantes fracasos nos ha dado uno que otro clásico. Se conoce su cine sobre todo por su característico giro de guión, y fue justamente esa herramienta la que consiguió volver a poner en el mapa al director; esa jugada fue también la que hizo que ‘Split’ impactara más a la audiencia al conectarla de forma inesperada con ‘Unbreakable’ en sus minutos finales. Con ello, la expectativa por una tercera parte se volvió algo muy grande.
También podría decirse que el cine de Shyamalan está siempre muy dividido: él cuenta con una legión de fans y detractores con posturas inamovibles que siempre están pendientes de sus movimientos. Para cualquiera de estos bandos, ‘Split’ fue una agradable sorpresa que elevó el interés en su siguiente obra, y esta película llevó incluso a sus haters a volver a tener esperanza en el director de origen indio, puesto que nos regresó a todos a su mejor época, como aquella vez que ‘The Visit’ (2015) nos hizo pensar que podríamos olvidar los bodrios de 2006 a 2013.
‘Glass’ no deja de ser divisiva, pero vamos a lo primero. Su trama sigue a David Dunn (Bruce Willis), que en la actualidad trabaja como vendedor de dispositivos de seguridad durante el día y en la noche se dedica a ser un héroe clandestino. Elijah Price (Samuel L. Jackson) está en una institución mental luego de la masacre cometida en el tren y Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) sigue suelto y secuestrando jóvenes para matarlas y ofrecerlas a La Bestia, que es algo así como la más temida de sus múltiples personalidades.
Tras un primer enfrentamiento, Dunn y Crumb pasan a la misma institución donde se encuentra Elijah y bajo el mandato de la doctora Ellie Staple (Sarah Paulson) se verán puestos a prueba. ¿Son realmente superhéroes o solo sufren de delirios de grandeza que los llevan a creer semejante cosa? La doctora Staple cuenta con que se trata de lo segundo y esto la llevará a analizar a estos singulares pacientes, de los que afirma no son seres con habilidades extraordinarias, sino que todo está en la mente de ellos.
Estamos ante una mezcla, en todos los sentidos, de las dos primeras películas de la trilogía. Aquí tenemos a personajes importantes de ambas, que también representan sorpresivos regresos, todos interpretados por los actores originales: Casey Cooke (Anya Taylor-Joy), Joseph Dunn (Spencer Treat Clark) y la Sra. Price (Charlayne Woodard). Ellos cuentan con roles importantísimos y actúan como el ancla a la vida real de los héroes y villanos protagonistas. Lo que sí fue un poco exagerado es la cantidad de atención que se le da al personaje de Sarah Paulson, que estuvo muy bien como siempre, pero terminó desluciendo a Mr. Glass que tuvo muy poco tiempo en pantalla, cuando irónicamente la película lleva su nombre.
Con ‘Glass’ se confirma una vez más que la voz de Shyamalan en el cine es siempre peculiar y su saga y la forma en la que realiza sus películas están lejos de ser comunes. Él se adelantó al boom de los superhéroes con sus creaciones inéditas, y para continuar el relato con esta tercera parte sí es necesario haber visto las dos entregas anteriores. La forma en la que está construida la cinta nos transporta más al cine de autor que al de Hollywood y nos regresa a la esencia de aquellas ‘El Sexto Sentido’ y ‘Señales’.
La frialdad que transmite la cinta, que es el objetivo de su fotografía y banda sonora, es el mejor ambiente para retomar momentos de anteriores películas, como esos segundos que muestran a David en el tren o la relación entre él y su hijo, que contó con escenas inéditas que estaban guardadas desde hace diecinueve años y permiten moldear mejor la historia y el pasado del trío protagonista con estas sutiles conexiones.
El tercer acto es donde Shyamalan toma riesgos que dividen al público, pero también es notorio que estaba consciente de sus logros y fracasos al momento de escribirlo. Él sabe que su historia debe terminar, aunque apueste por falsos finales y un giro de guión -con sentido y nada extravagante- al que le faltó algo más de sazón como para dejarnos con la boca abierta. El resultado es un ejercicio que, aunque a veces se explique demasiado en aspectos que se entienden fácilmente, cumple con transmitir su mensaje de que la gente puede salir adelante a pesar del sufrimiento (abuso infantil, matrimonios fallidos y trastornos congénitos), mientras nos entrega una digna conclusión sin dejar el espíritu de los cómics y sus referencias a un lado.