Steven Spielberg lo hace de nuevo.
La habilidad de Spielberg como narrador continúa intacta, desde hace varias décadas demostró que puede contar lo que se le venga en gana, siempre con una calidad espectacular, cuyo producto final termina convirtiéndose en algo así como un clásico instantáneo. Con su reciente filme deja en claro que no ha perdido la magia y que sigue siendo uno de los mejores cineastas en la actualidad.
Retratada de una forma muy realista, ‘The Post‘ nos cuenta cómo varios de los gobiernos de Estados Unidos mintieron al mundo sobre lo que acontecía en la Guerra de Vietnam. Tal como en sus anteriores películas (‘Lincoln’, ‘Bridge of Spies’) Spielberg saca provecho de la emotividad -y hasta el sentimentalismo- de tales eventos históricos, la lucha del héroe en momentos de adversidad e impregna mensajes claros y directos para la época actual.
Su calidad de cronista le permite ir más allá, y apoyado en el guión de una novata Liz Hannah nos pone del lado correcto de la historia que se refiere a temas más importantes que ver a ver guerra y explosiones en una pantalla: ‘The Post’ es un retrato de los héroes en los medios de comunicación y la historia de una mujer cuya alta posición laboral no le asegura total autoridad en un ambiente donde todos son hombres.
Kay Graham (Meryl Streep) heredó una compañía familiar, The Washington Post, que había sido adquirida por Eugene Meyer en 1933. El medio iba ganando muy buena reputación con el paso de los años y había logrado convertirse en uno de los periódicos más fiables del país. En 1963, luego del suicidio de su esposo Philip L. Graham (quien había heredado la compañía después de Meyer), es cuando ella -de una manera un tanto forzosa- queda al mando de la compañía. Ella era una ama de casa como cualquier otra en esa década, de las que estaba en la cocina cuando su marido era quien hablaba de negocios.
Llegamos al año 1971 y el Washington Post pasa por momentos decisivos. El periódico entra a cotizar en la Bolsa de Valores porque quiere dejar de ser una empresa meramente familiar a convertirse en toda una institución. Mientras esas transiciones ocurren, por cosas del destino obtienen información top secret del gobierno: unos documentos que involucran a varios gobiernos (Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson son los nombres que salen a relucir) como parte de un complot lleno de mentiras sobre la Guerra de Vietnam, dando a entender que estuvo perdida desde el comienzo. Nixon, el presidente de turno, forma también parte de esta conspiración puesto que se acerca la época de elecciones y quiere evitar las repercusiones que traería esta información si llegara a ser pública.
‘The Post’ se toma ciertas libertades, no es novedad en películas de este tipo, en cuanto a que los héroes de la prensa fueron los trabajadores del Washington Post cuando en la vida real fueron los del New York Times quienes a revelaron una primera parte de estos documentos secretos. A pesar de esto, el director decidió que la historia se centraría en los de Washington, quienes pasaban por situaciones -tal vez- más interesantes.
En el cine, las historias sobre periodismo se retratan de dos formas: los personajes son luchadores incansables por la democracia o tienen una actitud moral muy cuestionable. En ‘The Post’ pasa lo primero y aunque no pueda evitar caer en discursos aleccionadores y todo ese patriotismo muy de Spielberg, lo acartonado de sus personajes no logra conectar tanto con el público. Esto es todo lo contrario a lo que pasa en Spotlight, ganadora del Oscar, que está más arriba que este relato sobre los archivos del Pentágono y que refleja las vivencias del Boston Globe de forma incisiva.
Es obvio que la situación actual impulsa que mucho se hable de este film -que favorece a Spielberg y le consiguió algunas nominaciones a los Oscars- sobre todo ahora que hay un presidente que vive de amedrentar a la prensa y catalogar todo lo que no le parece como “fake news”. Esto y su magistral ejecución son cosas que hacen de ‘The Post’ una película imperecedera.