Esperé mucho tiempo para ver lo que tenía para mostrarnos David Fincher con ‘Gone Girl’, la adaptación cinematográfica del libro homónimo de la escritora y crítica estadounidense Gillian Flynn. Y tras haberla visto mis emociones son muy ambiguas, pues me contaron una gran historia, pero no con el desenlace que me hubiese gustado.
Es terriblemente difícil adaptar libros a la gran pantalla y que los fanáticos literarios estén complacidos, sin embargo, este inconveniente suele ser resuelto cuando el autor de la novela está implicado directamente en el guión, da la oportunidad de contar la historia tal y como la concibió inicialmente o puede ser otra forma de corregir errores que en el escrito no salieron a la luz. Ésta última suele ser peligrosa si lo que se busca para la historia es que sea adaptable y no memorable.
Empecemos por la sinopsis. Nick (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike) es un matrimonio atractivo y aparentemente feliz que está por celebrar su aniversario número 5 en Missouri, donde se ha mudado provisionalmente ante la grave enfermedad y posterior fallecimiento de la madre de Nick. Aunque tienen problemas económicos, la situación parece no haberse salido de control. Pero al llegar ése día especial para ambos, las cosas no resultan tal y como deben ser y Amy ‘desaparece’. La actitud de Nick ante esto es fría, calculadora, nada convencional, por lo que poco a poco, y ante el morbo por vender una noticia, se empieza a creer que él asesinó a Amy. Si esto es o no real, solo el tiempo lo dirá, lo que sí se tiene claro es que quizás este matrimonio no es tan convencional.
La historia es tremenda, desde que inicia la película atrapa. Fincher sabe cómo hacerlo valiéndose de la cara tierna y bien balanceada de Ben Affleck, pero a veces el físico no es suficiente, y aunque éste es determinante para poder interpretar a Nick, Affleck falla con la actitud y vuelve a quedar en deuda con la audiencia, demostrando que quizás es mejor director que actor.
Por el contrario, y aunque al inicio aparece poco, Rosamund Pike – la «chica Bond» de ‘Die Another Day’ (2002) – se roba la película, todo es sobre ella. Creo lo que me vende. Sus ojos, su actitud, todo está perfectamente balanceado pese a lo complejo de su personaje. Pike debe interpretar diferentes facetas de Amy y en todas triunfa, mientras que Affleck, en las diferentes facetas de Nick me muestra más y más de lo mismo.
Como dato adicional, Rosamund Pike no solo se preparó emocionalmente para interpretar las etapas de Amy, sino que, además, se preparó físicamente. Logrando, sin problemas, parecer más joven en una época y engordando también para que se note que ha pasado el tiempo por ella. Si analizamos a conciencia los cambios marcados que sufre su cuerpo los encontraremos tremendamente fascinantes.
La historia también muestra a un tercer personaje, Desi Collings, un exnovio rico, atractivo y algo siniestro interpretado de forma brillante por Neil Patrick Harris (‘How I Meet Your Mother’), quien aprovecha su papel secundario para mostrarnos de forma elocuente lo desesperado y enfermo que se puede estar por alguien.
En cuanto al desarrollo de la trama, el inicio de la película logra que el espectador se conecte de una u otra manera con los personajes, pues en algún momento de la vida una situación se ha vuelto insostenible y nos encontramos con el inicio del fin de una época, un factor psicológico determinante para que el público experimente diferentes emociones durante la película: indiferencia, envidia, empatía, odio, desprecio, y finalmente, desconcierto por un desenlace que tira por la borda todo lo construido durante 149 minutos.
Si me preguntan si el estilo oscuro de David Fincher está presente en la cinta, honestamente, diría que está es la película menos fincheresca que he visto, y se asemeja más a los tintes psicológicos que exploró en ‘The Social Network’ (2010) y, más recientemente, en ‘The Girl With The Dragon Tattoo’ (2011), lo que me deja como conclusión que Fincher sabe escoger las historias que quiere contarle a la audiencia y lo hace bien.
Otra lección que deja ‘Gone Girl’ es el poder de cambiar lo que otros piensan a través de una simple e inteligente estrategia. Es una clase de relaciones públicas que debe ser vista con cuaderno de apuntes en mano por cualquier persona que se precie de estudiar a profundidad la comunicación. El papel de los medios de comunicación cobra un nuevo protagonismo a lo largo de la segunda parte de la película que a veces suele caer un poco en el cliché debido a la exageración innecesaria.
Al momento, ‘Gone Girl’ ha recaudado más de 85 millones de dólares a nivel mundial, cuenta con un 87% de aprobación por parte del staff de Rotten Tomatoes, pero me hace preguntarme: ¿En serio eso es lo mejor que se puede hacer con una historia de ése nivel?
Sinceramente, tengo mis dudas.
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