Cuando hablamos de Rey Camarón, algunos piensan «ese vendido», «izquierdoso», «ese cholo». Pero si hay algo que me encanta de Kristian Fabre, es que nadie juega tanto con eso como él.
Estrenando su vídeo «Soy un cholo», Rey Camarón demuestra porqué tiene asignado un lugar en la escena local. Puede que no te guste su estilo y creas que la inserción de letras en medio de escenas es un calambre a la retina, pero lo cierto es que no pude parar de reir mientras veía el vídeo y sí, coreé mucho la canción. Me pareció linda.
Si hay algo que siempre he criticado de los ecuatorianos, especialmente de algunos artistas, es esa necesidad de alejarse de su identidad, atrapar tendencias de fuera y aplicarla a lo local para hacernos ver que nuestras ciudades «también pueden ser cosmopolitas» y siempre es el Malecón 2000, Urdesa, Ceibos, el centro por ‘vintage’ y nada más.
Se olvidan de otras partes, de esa Guayaquil olvidada que tiene graffitis de parejas o de equipos del astillero y vende encebollado en balde y chuzos de $1,50 con la «madrina» que por 50 centavos más, te da «una yapa» de «parrillada del pueblo». Eso también es Guayaquil.
Rey Camarón lo entiende, se sube a la camioneta del cholo, donde todos hemos estado subidos en algún momento de la vida pero nadie lo acepta. Logra lo que no todos aprecian, divertirse con lo que le ha tocado ser. Y está bien, cuando un artista se muestra como es, suele chocarle a muchos, pero otros, que ven más allá saben que ser uno mismo te da libertades que la imitación de tendencias no te permiten. Ahora entiendo porque le dieron el premio a «Mejor Solista» en los Garage Band de 2011.
En una sociedad como la nuestra, donde criticar lo que somos y deslindarte de eso está bien, es bueno saber que hay esperanzas en propuestas diferentes que no son para todos los oidos.
«¡¡¡Julio Jaramillo al poder!!!», aguante Rey Camarón.
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