Pocas veces he tenido la oportunidad de ir al cine y que una película romántica me haga llorar.
Cuando empezó ‘Bajo la misma estrella’ (‘The Fault in Our Stars’, en inglés) supe que sería una de esas que se quedan en tu vida por meses y que, además, te hacen reflexionar.
Para los que no estén familiarizados con la trama, ‘Bajo la misma estrella’ es la adaptación cinematográfica del bestseller homónimo de John Green, que sigue el romance de Hazel Grace Lancaster (Shailene Woodley) y Augustus ‘Gus’ Waters (Ansel Elgort), hasta ahí todo parecería normal o una típica película para adolescentes, pero «Bajo la misma estrella» tiene un detalle que lo cambia todo: Hazel Grace tiene cáncer de tiroides fase IV que se extiende a sus pulmones y Gus está en remisión de un osteosarcoma que causó la pérdida de una de sus extremidades.
Ciertamente, la presencia del cáncer es un elemento muy fuerte, más aún tratándose de una forma tan cruda y tan real en el libro. Pero, no hay que olvidar que Hazel Grace y Gus son adolescentes y están obligados a vivir su amor como si fuera el último día de sus vidas, porque, de hecho, tienen a la muerte tan cerca como a una amiga fiel.
Green sabe llevar a cabo la historia de una manera magistral, logrando que el lector pase de la risa a las lágrimas y de vuelta a las risas en menos de cinco minutos. Ocurre lo mismo en la película, punto para el director Josh Boone, quien logra ese efecto a través de flashbacks que te transportan a la infancia de Hazel, diagnosticada a los 13 años y viviendo su vida de esa manera durante mucho tiempo.
Y es que todos hemos tenido un amigo, familiar o persona cercana que ha padecido la enfermedad, la cinta hace que percibas el dolor de los padres de Hazel que piden, silenciosamente, que ‘se deje ir’; puedes sentir en carne viva su sufrimiento por no tener una vida normal y lo odias, porque la vida no es justa, pero, ¿Quién dijo que lo era?
‘The Fault in Our Stars’ es una mezcla de sentimientos que te llevan a un punto de bipolaridad extremo: ries, lloras, vuelves a reir, vuelves a llorar. Como la vida misma, salvo que aquí ellos tienen un límite para vivirla y deben aprovecharlo.
La película, timoratamente adaptada, elimina algunas escenas básicas del libro que harían que los pelos se te pongan de punta, pero tiene una lógica: no hay intención de usar al cáncer para vender tickets, usan el cáncer para hacerte reflexionar, que sepas que la vida es una sola y que debes vivirla, y si tienes suerte, ser recordado por tus seres queridos aún cuando ya no estés.
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