Esta es la perspectiva de una oveja perdida que presenció el show de Radiohead en Lima el 17 de abril de 2018.
Se dice que la música de esta banda inglesa es asfixiantemente depresiva. Sin embargo, ellos han confesado más de una vez que su intención no es esa, aún así, su ritmo y cadencia los contradice.
No puedo escuchar ‘Paranoid Android’ sin dejar de sentir caos y orden reflexivo en mi vida, me entrego a la ausencia hipnótica de su intermedio lleno de efectos etéreos y un final de distorsión abrasiva y post grunge. Cuando la tocaron en su presentación del SoundHearts Festival en Lima confieso que “la poguee” y amé hacerlo . Dejé de ser un “androide paranoico cuarentón” y me sumergí en el caos mundano de la sobrexcitada manada que me acompañaba.
Radiohead es una banda que desde un principio cuestionó el ritmo autodestructivo del que hoy no podemos escapar. Somos idioteques frente al control total que tienen las redes y los celulares sobre nosotros y nuestras vidas. Y ese diáfano concepto del que algunos hablan susurrando, esta banda lo convirtió en brillantes líricas que le dan fondo a proezas musicales que abundan en cada uno de sus álbumes, teniendo su pico creativo más alto el ‘Kid A’. Donde se reinventan y acogen a la electrónica con maestría y pulcritud.
Durante su show en Lima fui atrapado y sujetado contra el piso cuando escuché las notas fúnebres de ‘Pyramid Song’, la canción más sobrecogedora de la noche, y que Radiohead hizo que se volviera infinita. Porque su melodía aun no deja de sonar en mi cabeza mientras imagino seres geométricos que se dañan entre sí. Ya no se hacen canciones así, pero ese solo fue un aviso. ‘No surprises’ sonó y mi cabeza imaginaba a Thom Yorke metido en esa pecera ahogándose en su monotonía como pasa con mucho de nosotros.
‘Fade Out’ fue otro mazazo contra cualquier ápice de fundamento positivo, te ahogas en su ritmo, en su espiral agónico y sin sentido, nostalgia absoluta, desespero y desencanto, aplaudimos de pie. Y cuando este track por fin termina, caes al piso sin querer levantarte, como en el video de ‘Just’, otra gran canción del álbum ‘The Bends’, pero que esa noche obviaron en el setlist.
Cada concierto trae consigo temas que por varias razones no conocías tanto, pero después de escucharlos en vivo, se pueden convertir en algo así como en el soundtrack de tu vida, me pasó esta vez con ‘Weird Fishes’ del magnifico ‘In Rainbows’. Salté como adolescente con ‘The National Anthem’, vibré con la electrónica bizarra de ‘Idioteque’ y me deslumbró la casi desconocida ‘Daydreaming’, una opera sonora que abre el último disco de la banda y también fue la que inicio este viaje, show o como quieran llamarlo.
Como no podía ser de otra forma, un clásico como ‘Karma Police’ cerró la noche, el piano magistral sonó junto con la distorsión maestra de Jonny Greenwood, con su letra compleja y filosófica, “arresten a ese hombre que habla en matemáticas”, arresten a ese hombre que, como yo, no deja de filmar la performance de la que alguna vez fue la mejor banda del mundo y se atrevió a visitar la Lima gris, que en esa noche entendió que de la desolación humana también se puede vivir.
Y esa noche, señores, no se va a acabar nunca. Se quedó incrustada en mi alma, porque así lo quiso Thom Yorke, nuestro redentor, porque él y su banda todo lo pueden.